Inspector Kelly -El Terraplén- Cap.1
Tras dejar la cárcel, sin familia, sin hogar y alejado del partido el Inspector Kelly vuelve a su antiguo puesto y tiene un nuevo caso que resolver, un simple caso de homicidio puede ser el inicio de peligrosos juegos de poder, operaciones, trampas, y traiciones. Para el inspector, más que una resurrección puede resultar su propio entierro.
“Todos los personajes y situaciones pertenecen a la ficcion”
Camine con dificultad entre los pastizales buscando la base del terraplén de las vías del ferrocarril, una mancha negra de tierra revuelta marcaba el lugar al que me dirigía, hacía calor, era abril, y volvía al ruedo después de un tiempo de haber cruzado el charco. No hablo de haber andado por Uruguay o por Europa, hablo de haber estado encerrado, fuera de la ley, preso, pero eso es otra historia.
Me sentía ahogado, el humo negro y espeso que flotaba en el ambiente parecía encerrarme en un ataúd, concentre las pocas fuerzas que tenia en avanzar. Solo mis pasos contra los pastos sonaban en mi cabeza, como si no hubiera nadie alrededor, como si todas esas personas que revoloteaban como cuervos fuera del perímetro que delimitaba la escena del crimen no existieran. Para mi alivio los pajonales desaparecieron de pronto dejando en su lugar una alfombra fina, negra y firme de pastos recientemente quemados, sentí entonces los pies ligeros y los pulmones llenos de oxígeno, una ventisca había desenredado el humo diluyéndolo en el cielo. Me detuve, busque en el bolsillo del jeam la cigarrera y la caja de fósforos, encendí un “armado”, pegue larga la pitada y al largar el humo levante la vista. Frente a mí apareció una gran máquina excavadora totalmente carbonizada, los enormes neumáticos aun desprendían ese humo negro y apestoso que me había impedido respirar. De fondo, a unos 30 metros, el terraplén de tierra que llevaba sobre su lomo las vías del ferrocarril escondía el horizonte urbanizado. El cielo estaba gris, mezcla de nubes y de humo.
El fuerte sabor a tabaco me despabiló, había tenido una noche larga y de poco sueño. Pensé en ese momento que hubiese sido mejor un Chesterfield o un L&M, un tabaco mas dulzón digamos, pero algunas cosas habían pasado y estaba arruinado, en el amplio sentido de la palabra.
Observé detenidamente los restos del incendio como una obra de arte. Sonreí. Pronto esa escupida se estamparía en mi jeta.
Un bombero con casco rojo y una campera color caqui salió de uno de los laterales del esqueleto de la maquina carbonizada arrastrando una pesada manguera. No fume me ordenó. Simule no escucharlo, lo dejé en mi perfil sin girar la cabeza, como si no existiera le pegué otra pitada al negro, me mantuve firme disfrutando ese paisaje donde no había quedado nada en un radio de 20 metros, incluida la excavadora, un camión, y una casilla. El bombero camino un poco para ubicarse en un ángulo donde pudiera verlo, ¿Inspector Kelly? preguntó entonces cuando me reconoció, levanto la visera del casco y apuró el paso hacia mí con la mano extendida para saludarme. Tenía una sonrisa amplia y los cachetes grandes, rojos y transpirados.
-Sin lujos pibe, decime Kelly- lo frené – o “V” Kelly si querés ser mas preciso – le dije haciendo la V con los dedos de mi mano izquierda y dejándole de clavo el saludo. Le pegue otra pitada al pucho.
-No puede fumar inspector- dijo titubeando.
Saque entonces el cigarro de la boca y lo sostuve bajando el brazo a un costado de mi cuerpo y sin tirarlo. Expulse el humo con un gesto exagerado.
-¿Tenés miedo que queme algo pibe?- .
No dijo nada, aproveche el silencio para interrogarlo, ¿Qué paso acá? le pregunté al tiempo que tiraba medio cigarro encendido a un costado, el pibe me observó y lentamente caminó un par de pasos para clavar la bota en la tierra y apagarlo. Después se volvió hacia mí y me habló afligido como quien le habla a una viuda después de su perdida
-Un desastre Inspector, quemaron las máquinas para tirar el terraplén, fue intencional y…- lo interrumpí con un gesto de desagrado como si me hubiese pegado una patada en las pelotas.

Por esos días el terraplén de las vías del ferrocarril parecía ser el gran culpable de las miserias un pueblo sumergido en la mierda.
-No sigas pibe, hace silencio, hace que el pucho tenga una muerte útil- le dije bajando la cabeza con resignación, me dolían las palabras, ¿un desastre? , tuve ganas de explicarle del terraplén y como el General había nacionalizado el ferrocarril a cambio de una deuda que los ingleses no iban a pagar nunca, como se habían levantado los pueblos gracias a ese ferrocarril que hoy simplemente querían derrumbar. No lo hice, no tenía sentido, si hasta el compañero “Coco” Portal en su diario había dicho que el terraplén tenía el mismo valor que un basural. Palmee al pibe en el hombro y me alejé. Me dirigí al terraplén, trepe hasta arriba, hasta las vías, unos 5 metros digamos, mire desde esa altura la inmensidad de diez hectáreas inhabitadas y cubiertas solo por pajonales, higuerillas y algunas casas precarias de chapa desperdigadas. Por esos días el terraplén de las vías del ferrocarril parecía ser el gran culpable de las miserias un pueblo sumergido en la mierda. “El terraplén discrimina” era la jugada política que utilizaban en el gobierno municipal para convencer a la sociedad de derribar el terraplén, sacar las vías y el tren de la ciudad. El propio intendente Risso personalmente había gestionado ante Nación los permisos y los fondos para hacerlo, rellenar y urbanizar toda la zona.
Las maquinas incendiadas eran de la empresa que había ganado la licitación y se preparaba para iniciar las obras. La verdad era que la hipocresía apestaba por todos lados. El negocio inmobiliario se olía a kilómetros.
Desde allí arriba pude ver la ciudad abierta en dos, de un lado la pista de la salud con su arboleda y la senda para caminatas y ejercicios, la gran avenida asfaltada e iluminada por leds y las hermosas construcciones de la burguesía enriquecida. De un lado la ciudad, la modernidad, el progreso; del otro, como un símbolo impuro del yin y el yang el lado opuesto, el barrio, la desolación, la precariedad y la pobreza. Salió solo un susurro de mí, lento, pero agrio, inevitable, ¿Qué están haciendo estos hijos de puta? me flagelé.
Volví a bajar y camine unos 10 metros por la base del terraplén hasta llegar al lugar indicado, el lugar de la tierra revuelta, como pude me arrodillé y corrí la manta negra que cubría el cadáver semi enterrado. Enseguida reconocí el rostro marmolado entre el blanco de la muerte y el oscuro negro de la tierra, era la Nelly Vega, la loca, la compañera Nelly Vega. La vida logró asquearme otra vez, no sé porque, si sé perfectamente que en esta ciudad de mierda cualquiera que arrugue la jeta termina así, muerto, enterrado sin pena ni gloria, o vivo y arruinado que para el caso es lo mismo. Cerré y abrí los ojos como para resetear, seguía allí, volví a mirarla y leí la escritura que Nelly Vega tenía en una remera blanca que llevaba puesta, “El terraplén no discrimina” decía escrito en grandes letras manuscritas y con un color rojo amarronado. Me sacó una triste sonrisa, lo hiciste bien negrita le dije como para que valiera la pena su muerte.
Continuará….