Inspector Kelly -El Terraplén- Cap.1
Tras dejar la cárcel, sin familia, sin hogar y alejado del partido el Inspector Kelly vuelve a su antiguo puesto y tiene un nuevo caso que resolver, en un contexto donde los cimientos de la revolución Peronista triunfante en 1955 parecen desmoronarse después de 60 años en el gobierno, un simple caso de homicidio puede ser el inicio de peligrosos juegos de poder, operaciones, trampas, y traiciones. Para el inspector, más que una resurrección puede resultar su propio entierro.
“Todos los personajes y situaciones pertenecen a la ficcion”
Camine con dificultad entre los pastizales buscando la base del terraplén de las vías del ferrocarril, una mancha negra de tierra revuelta marcaba el lugar al que me dirigía, hacía calor, era septiembre, faltaban solo unos días para los festejos por los 60 años de la revolución peronista. El pueblo empezaba a mostrarse decorado, luces de colores, banderas de las milicias populares, murales de Eva y Juan, carteles recordando a los héroes de la revolución Lucero, Valle y Whirtz entre otros. Me sentía ahogado, el humo negro y espeso que flotaba en el ambiente parecía encerrarme en un ataúd, concentre mis fuerzas disminuidas por la falta de oxígeno en avanzar. Solo mis pasos contra los pastos sonaban en mi cabeza, como si no hubiera nadie alrededor, como si todas esas personas que revoloteaban como cuervos fuera del perímetro que delimitaba la escena del crimen no existieran. Para mi alivio los pajonales desaparecieron de pronto dejando en su lugar una alfombra fina, negra y firme de pastos recientemente quemados, sentí entonces los pies ligeros y los pulmones llenos de oxígeno, una ventisca había desenredado el humo diluyéndolo en el cielo. Me detuve, busque en el bolsillo del jeam la cigarrera y la caja de fósforos, encendí un “armado”, pegue larga la pitada y al largar el humo levante la vista, frente a mí una gran máquina excavadora estaba totalmente carbonizada, los enormes neumáticos aun desprendían ese humo negro y apestoso que me había impedido respirar. De fondo, a unos 30 metros, el terraplén de tierra que llevaba sobre su lomo las vías del ferrocarril escondía el horizonte urbanizado. El cielo estaba gris, mezcla de nubes y de humo. El fuerte sabor a tabaco me despaviló un poco, aunque era temprano estaba agotado, habia tenido una noche larga y de poco sueño. Hubiese preferido un Chesterfield o un L&M, un tabaco mas dulzón digamos, pero el Peronismo hacia años habia rajado a las tabacaleras del país, se ganó en salud y en economia; el picado de tabaco no tiene quimicos ni porquerias, y es mas fuerte, no gusta tanto y no es adictivo. Se fuma menos y se exporta más .
Observé detenidamente los restos del incendio como una obra de arte. Mientras lo hacia un bo
mbero con casco rojo y una campera color caqui salió de uno de los laterales del esqueleto de la maquina arrastrando una pesada manguera. No fume ordenó. Simule no escucharlo, lo dejé en mi perfil sin girar la cabeza, como si no existiera le pegué otra pitada al negro, me mantuve firme disfrutando el paisaje, se había quemado todo en un radio de 20 metros, incluida la excavadora, un camión, y una casilla. El bombero camino un poco para ubicarse en un ángulo donde pudiera verlo, ¿Inspector Kelly? preguntó entonces cuando me reconoció, levanto la visera del casco y apuró el paso hacia mí con la mano extendida para saludarme. Tenía una sonrisa amplia y los cachetes grandes, rojos y transpirados.
-Sin lujos pibe, decime Kelly- lo frené – “V” Kelly si querés ser preciso – Le pegue otra profunda pitada al pucho sin recibirle el saludo.
-No puede fumar inspector- dijo titubeando, saque entonces el cigarro de la boca y lo sostuve bajando el brazo a un costado de mi cuerpo y sin tirarlo. Expulse el humo con un gesto exagerado.
-¿Tenés miedo que queme algo pibe?- contesté. No dijo nada, aproveche el silencio para interrogarlo, ¿Qué paso acá? le pregunté entonces al tiempo que tiraba medio cigarro encendido a un costado, el pibe me observó y lentamente caminó un par de pasos para clavar la bota en la tierra y apagarlo. Después se volvió hacia mí y me habló afligido como quien le habla a una viuda después de su perdida
-Un desastre Inspector, quemaron las máquinas para tirar el terraplén, fue intencional y…- lo interrumpí con un gesto de desagrado como si me hubiese pegado una patada en las pelotas.

Por esos días el terraplén de las vías del ferrocarril parecía ser el gran culpable de las miserias un pueblo sumergido en la mierda.
-No sigas pibe, hagamos silencio, el pucho tuvo una muerte inútil- le dije haciendole despues la clásica seña de silencio, baje la cabeza, el pibe me acompañó sacándose el casco inclinando también su cabeza, estuvimos un par de minutos así en un silencio mutuo, tuve ganas de explicarle del terraplén y como el General había nacionalizado el ferrocarril a cambio de una deuda que los ingleses no iban a pagar nunca, no lo hice, no tenía sentido, el mismo “Coco” Portal presidente del partido había declarado que el terraplén tenía el mismo valor que el basural. Esperé un rato y cuando pude lo palmee en el hombro y me alejé. Me dirigí al terraplén, trepe hasta arriba, hasta las vías, unos 5 metros digamos, mire desde esa altura la inmensidad de diez hectáreas inhabitadas y cubiertas solo por pajonales, higuerillas y algunas casas precarias de chapa desperdigadas. Por esos días el terraplén de las vías del ferrocarril parecía ser el gran culpable de las miserias un pueblo sumergido en la mierda. “El terraplén discrimina” era la jugada política que utilizaban en el gobierno municiapal para convencer a la sociedad de derribar el terraplén, sacar las vías y el tren de la ciudad. El propio intendente Claudio Risso personalmente había gestionado ante Nación los permisos y los fondos para hacerlo, rellenar y urbanizar toda la zona. Las maquinas incendiadas eran de la cooperativa que había ganado la licitación y se preparaba para iniciar las obras. La verdad era que la hipocresía apestaba por todos lados. El negocio inmobiliario se olía a kilómetros, el capital y el liberalismo se estaba comiendo a la revolución peronista que llevaba 60 años gobernando el país. Eran gusanos voraces que crecía en los intestinos mismos del peronismo, en su mierda podría decir, y pudrían todo.
Desde allí arriba pude ver la ciudad abierta en dos, de un lado la pista de la salud con su arboleda y la senda para caminatas y ejercicios, la gran avenida asfaltada e iluminada por leds y las hermosas construcciones de la burguesía enriquecida. De un lado la ciudad, la modernidad, el progreso; del otro, como un símbolo impuro del yin y el yang el lado opuesto, el barrio, la desolación, la precariedad y la pobreza. Salió solo un susurro de mí, lento, pero agrio, inevitable, ¿Qué le están haciendo estos hijos de puta a la revolución? me flagelé.
Volví a bajar y camine unos 10 metros por la base del terraplén hasta llegar al lugar indicado, el lugar de la tierra revuelta, como pude me arrodillé y corrí la manta negra que cubría el cadáver semi enterrado. Enseguida reconocí el rostro marmolado entre el blanco de la muerte y el oscuro negro de la tierra, era la Nelly Vega, la loca, la compañera Nelly Vega. La vida logró asquearme otra vez, no sé porque, porque sabía perfectamente que todos los verdaderos peronistas estábamos cada día más cerca de terminar así, muertos, asesinados o enterrados sin pena ni gloria que para el caso era lo mismo. Cerré y abrí los ojos como para resetear, seguía allí, volví a mirarla y leí la escritura que Nelly Vega tenía en una remera blanca que llevaba puesta, “El terraplén no discrimina” decía escrito en grandes letras manuscritas y con un color rojo amarronado. Me sacó una triste sonrisa, lo hiciste bien negrita le dije como para que valiera la pena su muerte.
Continuará….