Felices días mujeres rojenses
Tenía 16 años. Salía de mi clase de ingles un invierno a las 8 de la tarde cuando un muchacho me empezó a seguir y decirme frases de índole sexual. No andaba nadie en la calle y yo no podía reaccionar porque el miedo me pasaba por todos lados. Y tampoco me había enseñado a actuar en situaciones así. En una calle a la vuelta de mi casa se abalanzó, me tiró contra una pared y empezó a tocar mi cuerpo. Yo gritaba y le pegaba con todas mis fuerzas. El vecino de enfrente me salvo, en vez de abrir la puerta y correr a ayudarme, la cerró con llave. El hijo de puta que me agredía pensó que la estaba abriendo y salió corriendo. Me fui a mi casa llorando y no se lo pude contar a nadie. Es más es la primera vez que lo cuento. Tenia 16 años y me enfrentaba por primera vez a la violencia machista. Aunque no seria la ultima.
Esas situaciones fueron las que me construyeron y me llevaron descubrir el feminismo como un camino que me unía a otras personas (hombres, mujeres, travestis…) que también se habían topado con miserables atravesados por el machismo.
Celebro todos los días ver a pibas y pibes, expresar su libertad sexual, romper con lo establecido tantos años por la ferocidad del Patriardo y defenderse de cualquier agresión. Tan diferente a mi generación.
Pero para seguir, necesitamos un estado presente, políticas de igualdad, atención a las victimas de violencia de genero. Condenas firmes a los femicidas. Pero sobre todo que se cumpla la ley de educación sexual en las escuelas. Los docentes deben entender que si no tratan este tema con la seriedad que amerita están infringiendo la ley. Los niños y niñas son los encargados de seguir rompiendo este ADN machista que nos ha sido inoculado por generaciones anteriores.
No nos convence que la municipalidad nos inviten a un pic-nic a la canasta vacío de toda ideología, que elijan a la reina, que los machos nos regalen flores o nos dejen un ratito libre de nuestros quehaceres de “mujeres” para ir a bailar, hacer yoga y gimnasia.
En Rojas tenemos casos de femicidios nunca resueltos y que han quedado casi en el olvido. Gladys Castro, Olga Pescina, Angélica Gómez, Randi… Nosotras llevamos su bandera para que por fin se haga justicia. ¿Que estamos esperando para levantarla?
Sabemos de cantidades de casos de violencia que les pasa a nuestras vecinas, amigas, compañeras de trabajo… que por vergüenza al qué dirán los otros, o por falta de políticas públicas de protección a las victimas, se bancan al macho y callan. ¡Basta ya! ¡Vivas y dignas nos queremos!
Y, por último, Mujeres no podemos seguir juzgándonos entre nosotras. No hay yeguas, ni conchudas, ni ninguna que se lo merezca por trola, ni provocadoras practiquemos la sororidad y luchemos por un mundo mejor para todos y todas.