Enorme hembra corajuda
Según Unicef, en la Argentina hay casi seis millones de chicos que viven en la pobreza. Es decir, uno de cada dos chicos en nuestro país es pobre. De ellos un millón y medio vive y crece en la pobreza extrema, vale decir que no tienen garantizada una canasta básica de alimentos.
Quien lea estos datos y tenga sensibilidad y compromiso social, y se asuma como parte de un todo, no puede dejar de sentir dolor y culpa por cada uno de los niños que crecen con las alas de la infancia lastimadas por las uñas oscuras del hambre injusto. No puede dejar de angustiarse ante la ausencia del pan sobre la mesa. El hambre que fue creciendo en lo obsceno de la injusta extensión del latifundio. Y que se multiplicó en las cuevas de maletas y bolsillos donde repta la ambición. Y que se disimuló en la voracidad bruta de bastones y de botas. Y que es mirado de costado en la mesa de la impostura de la indiferencia cómplice. El hambre que tortura y que hace ruido en las entrañas y en las conciencias…
Enorme hembra corajuda
Anda el hambre por la sangre
vegetal de la ternura.
Pero desnuda en el cielo,
enorme hembra corajuda,
de arcilla, clara y redonda
estaba anoche la luna.
Paridora de una era
de relinchos y de azúcar,
del corazón en la lengua
subversiva del que busca
que no haya niños atrapados
por las garras de la hambruna.
Es urgente la tarea
y la vida nos apura.
Repartir la Primavera,
las espigas que maduran,
la sal, el trigo y el agua,
la voz antigua y profunda
de la cultura que nutre
la tierra madre y fecunda.
Como un río por las calles
o un enjambre de frescura
avanza una multitud,
que ya deja la penumbra,
para que no haya más niños
sentados a mesas mudas.
Desnuda y clara en el cielo,
enorme hembra corajuda,
la luna alumbra el camino
soñador de los que luchan.
En la edad de la semilla
se adivina su estatura.